Por el desolado y neblinoso camino desde Camelot,
el místico de nuestros besos en polvo volvió,
arrasado sin remordimiento por el viento,
mientras el músico con su mirada taimada
tocaba en su laúd su indiferencia
En los salones sagradas de la abadía de Glastonbury,
tu anhelo a flirtear no era para mi indulgencia,
sino más bien una vana tentativa de seducción,
para el valiente Galahad una mera distracción
en su búsqueda para el Santo Grial
Con tu ingenuo caballero galante
maniobraste tu paso de represalia
por mi indiscresión bajo el hechizo en Avalon
donde en aquiescencia cedí a ser un peón
en el juego de favores de Nimue
Mi dulce Dame de Shalott escucha bien el ruiseñor
cuya serenata de amor sea para nuestra bendición,
que al llegar el alba dentro de los monolitos de Stonehenge,
presenciarémos los rayos del solsticio de verano,
alumbrando nuestro abrazo de genuino arrepentimiento
El cuadro Stonehenge por propio pincel