Me embriaga el aroma de tu voz
y el sudor tuyo como de tormenta
da un grito al infinito que desmienta
que mi alma ha perdido su fuego atroz.
Tus ojos son mi delirio y lo sabe Dios,
esa mirada angelical que aumenta
deseos de lograr la gloria e incrementa
el latir del corazón en cada adiós.
Tu boca es fina flor de manzanilla
y tus labios tibios pétalos silentes
tan llenos de pasión, ¡Qué maravilla!
Y tú reinas en mi sueños alicientes
con dulce sentimiento que brilla
entre todos los sueños presentes.