Cuentan que en un castillo
vivía una princesa
que comía panecillos
con mantequilla y fresas.
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En la población esa
decían los vecinos,
que escasearon las fresas
y los panecillos.
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Y la pobre princesa
sólo tenía mantequilla
y por eso cuando reza
a Dios se arrodilla.
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Con fe pedía auxilio
con mucho recato,
las fresas y panecillos
que estaban escasos.
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Y un día en el pueblecito
a la hermosa princesa,
se le abrió el apetito
de forma gigantesca.
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De carnes y cereales
el castillo se llenó
y peces y vegetales
había a montón.
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Diversidad de embutidos
pastas y arroz,
llegaban al castillo
como bendición.
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Y cuentan que la hermosa princesa
desde aquella ocasión
olvidó panecillos, mantequilla y fresas
y amó más a Dios.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela.