Usted esposa mía
no hace mucho
me toleró, me deleitó
y me alcahueteó
en mis desvíos
recurrentes adosados
con el exótico placer
de bestia humana.
A usted, que tantas veces
ha vaciado la copita llena
de mi testicular necesidad
primaria,
¿ pretendo hoy
borrar de mis afectos
negando el historial inolvidable
de esos días
sólo porque no acude a mí
con un cariño,
una frase de amor,
una cálida mirada,
un gesto grato;
Sólo porque ha dejado
de aplancharme la camisa,
de lavar mi pantalón y mis pañuelos
o dejarme los sobrados
del almuerzo
en la hoya vieja;
sólo porque al salir
por la mañana
no hay ni un adiós de despedida;
Sólo porque ha puesto en cuarentena
el territorio de placer
que nos lleva a la gruta de la vida
y la evita al tacto
y aún a la mirada?
No. Sólo por eso no se acaban
ni se borran los momentos
que hemos vivido
con inmenso placer
y que han dejado de ganancia
maravillosa y colosal
nuestros dos hijos ¡