He visto en la cascada triste a Lisa:
tan altos sus balcones y laureles,
cayó como perdiz en los cordeles
del amor: el que marcha muy de prisa
envuelto en avalanchas y la brisa.
¡Qué fieros, qué tirantes carreteles,
echaron por el suelo sus dinteles
dejándole la alma circuncisa!
Día y noche tirita y se lamenta
por ver a su palomo como injerto
de una tuna en el agua turbulenta.
¡Pobre Lisa, muy pronto ha descubierto
que el amor pone coto…pone renta…
y más si el corazón está abierto!
¡Un ojo tiene tuerto:
porque besa con todas sus glicinas
la boca que le clava las espinas!