Jul. 2016
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Era el pirata Mariano un capitán singular,
pues, le faltaba una pata,
y su ojo era de cristal.
De un cristal muy, muy valioso
al que le llaman rubí,
que apareció entre la arena
de una playa marroquí.
El otro, no se apreciaba,
porque tapado llevaba
con alguna tela oscura
que entero se lo ocultaba.
Cruzaba el ancho del mar
en un velero lustroso,
los de los otros piratas,
le parecían asquerosos.
Hasta que un día llegó
a los mares del oriente
otro velero mejor,
armado hasta los dientes.
- ¡No te acerques, te prevengo!
- ¡Apártete de mi ruta!
- ¡Aléjate de mi vista!
- ¡De este mar, yo soy el dueño!
- ¡De la costa y de la gruta
en donde guardo tesoros
de mis famosas conquistas!
Mariano, aunque asustado,
de allí no se retiró
y, corriendo a los cañones,
hacia el tirano apuntó.
- O te vas, o te disparo
y te destrozo la nave.
Y el tirano, enfurecido,
sacó a relucir su sable.
Los que contaron la historia,
no dijeron quién ganó.
Pero yo sé que Mariano,
jamás, nunca, se arredró.
Nadie sabe a ciencia cierta,
quién primero disparó,
pero en aquella reyerta,
cuentan, que murieron dos.
;-
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Blancanieves.