Cabalgar, cabalgar…
hacia la luna llena del deseo,
con las caderas inéditas de sueño,
sentenciadas en flor
apretujándose sobre la madrugada.
Cabalgar, cabalgar…
dejando en el tintero de la noche
jadeantes trozos de luna
salpicados de niebla…
Cabalgar, cabalgar…
sobre los ríos descalzos de tu cuerpo:
torbellinos de ausencias
que de pronto he vencido.
Cabalgar, cabalgar…
sobre la copa enrojecida
de tu piel en la noche
despertando sedienta de raíces.
Cabalgar, cabalgar…
sobre la noche entera y desnudísima,
hasta alcanzar la luna deliciosa del grito,
el cántaro de aullidos
secretos de la noche,
para beber en él
el manantial curvado de tu boca.