Al final, no quedara ninguno en pie,
Ni amigos, ni amantes,
Ni el rastro de nuestra simiente.
Somos la suma de una y mil soledades,
El patético resultado final
De todas las despedidas,
El producto rancio de un
Incubo entre el olvido y el desdén.
Somos masa Ardiente,
Masa hecha de lo que sobro de la creación
De los restos que escupió un dios
De su boca mientras separaba la noche del día...
¿Cuántos olvidos caben en un adiós?
¿Cuántas veces he de lamer mi herida
Como un animal antiguo de batallas?
¿En qué momento se extinguirá esta agónica soledad?
¿Dónde está el puerto donde finalmente repose
Esta ansiedad por estar viva,
Este maldito peso de sentir?
Soy el pánico,
Soy el grito ahogado de un adiós a destiempo
Soy el verso que no conocerá la luz de la voz...
Soy un reloj de arena roto.