angelillo201

Nocturno Íbero para despertar en Jerusalén.

Antes de que los telescopios
Enemigos de la luna,
Enfocaran nuestra alma
Y nos expulsaran de la tierra y de nosotros.
Blanco Gordo vendía su extraña fruta en el mercado.
Frutas y verduras de campos parecidos a las tumbas en la luna.
Antes de peregrinar por las calles y las casas,
Excavadas de bajo la tierra junto los difuntos, los viejos hornos y molinos;
Conservado bajo el polvo y la ceniza.
Blanco Gordo andaba a gritos
Sacando cajas mudas llenas de fresas sin frescura.

Era la hora del mercado
Donde los coches empujaban a las personas,
Donde los hierros se doblaban como abanicos,
Donde el tumulto de mercaderes formaba un muelle loco de pistola.
Entonces fue,
Cuando Blanco Gordo
Blandía un cajón sobre la cabeza de un moro,
Llamándole maricón.
Blanco Gordo dormía,
Tras guardar su dinero en un cofre
Cuando llegó la luna del mar
A saludar un chica que tocaba el tambor
Y cantaba canciones fenicias y griegas.
Mientras los telescopios nos sacaron de la tierra
Era el momento en el que los políticos
Entraron como los elefantes de Anibal
Contando las cabezas sobre las ruinas iberas.
Como si fueran el tesoro de Blanco Gordo.
Cada sonrisa asomaba una grieta congelada
Por donde surgía una salamandra,
Y las lenguas lamían las heridas
Por donde se fugaba la vida junto el agua
En la que habitaban los idiotas, los pobres, los excluidos.
Cada vez más solos ,
cada vez más hundidos,
cada vez más dormidos
dentro de un concha abandonada
amenazada por las mandíbulas de las hormigas
si salían a la superficie donde una gran burbuja crecía
llena de supermercados, museos, copas, bodas, fiestas,
castillos, casinos, poblados, capillas,
sepulcros llenos de oro y mirra.
Todo un universo dormido
Y tan lejano como Marte
Para alimentar a los muertos de Cristo.
Angelillo de Uixó.