Coloque usted un suspiro
entre las líneas de un papel,
deje caer de forma natural
una lágrima sobre el.
Tome un lápiz sin tinta,
evitando juzgar algún porque
y comience a escribir desde el punto
donde suspiro y lágrima son usted.
Relaje su cuerpo,
sea tan solo puño,
papel, lápiz,
suspiro y lágrima,
y revuelva muy bien sobre el papel.
Dejando que todo sentimiento
drene por su puño hasta su letra
partiendo desde el centro de su ser.
Luego proceda usted a tomar el escrito
y envuélvale preferiblemente en papel de tonto,
que los hay muy baratos y también muy caros,
pero son indiferentemente muy buenos
y convenientes todos
para ser olvidados.
Es que no hay ser humano
que no tenga aunque sea
un poco guardado por allí
juntito a la ingenuidad.
Terminado este ejercicio
guarde su papel escrito o poema,
como quiera usted llamarle,
en lo profundo de una libreta de poesías
sin importar si esta esta completamente vacía
confínelo en ese botiquín de primeros auxilios
que usted acostumbra a llamar
biblioteca personal
y deje que sea tal vez el tiempo
quien lo ponga frente a usted de nuevo,
ya curado,
de seguro con un nuevo amor.