No lograría dormir ni en mil siglos
si el cielo se torna blasfemia.
No descansaría si el mar vuelve a ser sangre
vibrante, y febrilmente fría.
No crecerán orquídeas,
ni el Catatumbo nutrirá mis anhelos;
mientras vuelen sobre la bóveda de mi éter
los graznidos tenebrosos de un cuervo rutilante.
No pululará por las sabanas la epifanía libre,
Ni los amores florecerán sobre el vigía antillano.
No se fecundaría de luz los valles preñados de futuro
Y las criptas serán mudas antes el clamor lejano,
Ni la ideología,
Ni la retórica.
Ni los febreros,
Ni los mares,
Ni riquezas,
Ni la sangre.
La muerte nos espeta en la cara su vida
Y Abigor se glorifica en su curul.
Y yo moriré mañana,
Si no me haces tuyo
dentro de los ecos lúgubres
de tus cadenas…
Y Bolivar jamás volvió.