Hora de saetas asesinas.
Hora de terror.
Desde profundos desiertos y
pantanos avanzan pasos
de hordas siniestras.
Lucifer,
¿por qué te empecinas en recorrer
la tierra por su lado oscuro?
¿Qué misterio te impulsa?
Si encontrarte conmigo buscas,
te conmino a hacerlo sin aspavientos.
Detesto lo nauseabundo
del azufre y toda parafernalia.
Conmigo abandona el antropomorfismo
de cuernos, pezuñas, lánguidas manos,
figuración en cabra, ancianidad en rostro y
atuendo de escandalizada escarlata.
¿Qué puedes con esto infundir a mi carne?
Tu poder se alimenta de humana debilidad.
Más yo he subyugado
concupiscencias y carnalidad al espíritu
con regìa abstinencia a lo vil y bajo.
Te hago saber que abracè
invulnerabilidad contra ambicion a poder,
a tesoro y tentaciones
voluptuosas en alcobas secretas y perfumadas.
Incautos borrachines abandonan garitos y
lupanares para deambular por calles
solitarias como valle de muerte.
Tropiezan con violadores de tumbas y
adoradores de tinieblas y aquelarres.
En sus rostros,
el viento frio araña y arrastra el espanto.
Hay lamentos de perros distantes y
miradas incandescentes tras rejas en nieblas.
Tiempo de angustia, pestilencia,
plagas, males, calamidad,
lanzas envenenadas, terremotos
e incendio en míseras techumbres de obreros.
Aunque mortal,
vivo iluminado por verdades reveladas.
Espíritu del abismo,
pasa de mí con tus incautos invasores.
Estoy en defensa de castillo y
de fuertes alas protectoras.