Que falta haces vino a mi alma, ahora que mi corazón está deshecho.
Atrapado entre las rejas de la zozobra, mis aleteos se quiebran, por no ser bien amado.
¿Será que mis impacientes pasos, fueron los que no supieron esperar la ardentía a su pasión?
En lo hondo de mi razón se enturbia una abstracta fantasía, que resplandece en el pésame de un ayer,
en tanto mi sombra se va fracturando, dentro de una inverosímil eternidad, en donde todo
significa nada. Y solo me queda arrastrar su abandono, como el prisionero a sus cadenas.
Entre las nubes del cielo, quisiera sembrar cada día el encanto de sus besos, para que ella esté siempre en mí,
aunque sea con el dolor de una mentira, y aún a costa de tener que pisar entre espejismos, el placer de emanar la sustancia de los suspiros.
Pero ya nada queda de ese viento de esperanza, ni tampoco nada puedo hacer, pues mi aliento está cansado y sin saber; hasta donde podrá llegar ella con su indolente juego.
Y ahora adónde voy, mientras mi destino se fragmenta y me arrastra entre confusiones,
cuando intenta desdibujar de mí, la máscara de su fragancia.
Entre encuentros de crepúsculos, va muriendo mi inquieto semblante y empieza mi delgada voz a disolver palabras, cuando llega suavemente el alba con su brillante dulzura, mientras quizá ella borrando mis huellas, ya me olvida. Cuando deberíamos vivir los dos con la misma entrega.
Pero ya no puedo más. Ella vive en lo más profundo de mí ser, y estoy perturbado hasta el desquicio, porque desearía en un abrazo todo su amor, pero ese lenguaje que nos descubrió; ya no está.
En vigía su oliváceo y tierno lienzo, asaltó e incendió mi serenidad, sin saber que terminaría yo, caído en el vacío de la aflicción y del desaire. Pero sobre todo quizá en una burla.
Adiós. Bueno y cierto ¿pero?…
¿En la realidad cual será la verdad de su absurda soberbia?
Nunca pensé que lo propio sería volver a la patria de las ilusiones, pero sin ella… No.
Dentro de este incierto monologo de pasión y víspera de muerte, en mi memoria, mis insomnios huelen el incienso de sus besos.
Y en mi vacío destino, quise que ella fuera, lo que siempre desee soñar, pero en este áspero instante;
hasta el sabor de mis sueños me sabe distinto. Y mientras un latido de dolor me sigue derrumbando.
¿Te vas bonita o ya te fuiste?… está bien, ¿y, el amor que asaltaste en qué crudo mundo se quedó?
¿En el tuyo; el de los labios muertos, el de las perversas pupilas verdes que se clavaron en mí?
¿O en el de nunca nada más?
¿Y me pregunto sí siempre te fui tan ajeno, que no supe estar en ti, ni tampoco cómo amarte?
¿Cómo olvidar el día en que corrí, el camino único del infierno con malsana emoción, tras de sus seductores ojos con final de malicia?
Entretanto solo pido que el viento me regrese la pieza ausente del rompecabezas, que es Ella, y es la única que necesito tener.
Porque en este silencio nuestro, no aceptaré ningún otro destino; y como pienso, aunque ella lo calle ahora, bien sé que mañana, ella solitaria, también deseará aceptarlo, porque entonces sin este amor…
los dos no podremos apagar la sed de amar y ser amados, intensidad de nuestra salvación.
Francisco Solano Castañeda.
12-VI-16.