Me oculte tras el rostro de un niño de paja,
de sus ojos quebradizos, penetrantes como agujas
brota un fuego que incide encima de las alas de pájaros negros
descienden sueños diurnos con temerosos movimientos,
mis ojos están incendiándose junto a los suyos haciéndose ceniza
y la sed comienza a ser incontestable.
He emprendido el éxodo a mis sueños con movimientos que se vuelven absurdos,
los pulsos de todas mis edades regresan sobre alas transparentes.
Las agujas comienzan abrevar en mi sangre como Lázaros levantados,
se ha desangrado el pozo,
no han quedado más que ríos crecidos de desesperanza.
Mi deseo se ha alzado para mirar la nada
donde solo náufragos pueden abordarla
buscaba el amarizaje de las miradas a lo largo de su cuerpo pero ha sido inútil.
En las playas su piel se descubre las edades
flotan las palabras que no pueden contestar nada
se muere la sed bajo una lluvia inexistente,
y los deseos regresas a los sepulcros después de muertos.
-Te he llamado para decirte que lamentablemente los sueños han muerto-.
Retiró la mirada para cerrarla y guardar una perla que valdría para no olvidarle nunca.