En el eterno abismo oscuro
Que sin fin y inicio se extendía
No hubo nada, vacío y puro
El sempiterno negror renacía.
Era exánime la sima eterna:
En las tinieblas intemporales
No alentaba la vida interna,
No existían los seres mortales.
Mas algo sin existir existía
Superior a la simple materia
Y saturaba la sima vacía
Con incorpórea fuerza etérea.
Y una vez en aquellos albores
La voluntad enigmática quiso
Invalidar los eternos negrores
Y con luz las tinieblas deshizo.
Y el espacio, la vida fue creada,
Los incontables astros se formaron,
Mil gérmenes do antes era la nada,
Al verbo doblegándose, brotaron.
¿Si el orbe fue de una vez creado
O largos años evolucionaba?
Lo cierto es que fue determinado
Por fuerza que lo todo impregnaba.
El movimiento una vez surgido,
El tiempo comenzó su presto curso
Y de los pontos hubo emergido
La tiérra, el ubérrimo recurso.
El hombre con su libre albedrío,
Efímero, vicioso y prudente,
Atestiguó el grande poderío
Del Dios, su creador preexistente.
Corrían los innumerables días,
El polvo se tornaban las ciudades,
Mas Tú, Señor, Tú siempre existías,
Guardando mil recónditas verdades.
Tu místico, omnipressente ojo
Que vio la formación de universos,
Mirábanos con ira y enojo
Si en el mal estábamos inmersos.
¡Poder indistructible y callado,
Con fuerza infinita tuya válganos!
Sin tu ayuda hemos encallado
¿Por qué en todas lenguas calla Dios?
Que los efímeros lenguajes terrenales
No valen para el Omnipotente
Y habla con los signos inmortales
Intemporal, horrible e ingente.
Cuando estaba sólo y adolorido,
Perdiendo mis mejores esperanzas,
En la tribulación severa consumido,
¿Quién acababa esas duras malandanzas?
¡Oh Dios, Señor! ¡Bondad impredecible!
Mercedes tuyas son inagotables,
Inesperadas, cual un rayo apacible
Son tus ayudas inapreciables...
El hombre inventó sus viles tretas
Y usa unos sentimientos buenos
De almas puras y un poco indiscretas
Apropiándose los medios ajenos.
¡Castígalos con manos invisibles
A los esquilmadores desalmados!
Por sus iniquidades tan horribles
Que queden los impíos vindicados!
Señor, me agobia y duele, señor,
Ver tanta injusticia terrible
La guerra y muerte, la habmbre y dolor
Y la pobreza, el desmán inextinguible.
Son muchas las carencias humanas:
Señor, nosotros somos agresivos,
Y nos matamos en las luchas vanas
Y somos duros e incomprensivos.
Señor, nosotros somos engreídos
Y te negamos, nos creemos dioses,
Mas por la muerte triste perseguidos
Al cabo de los días tan veloces,
El más severo y ufano negador,
En lecho mortuorio temblando,
¡Fervientemente te invoca, oh señor,
Con lágrimas más cálidas llorando!
Señor, nosotros somos inclementes
Y provocamos sufrimientos duros
A las más lúcidas y buenas mentes,
Llagamos a los corazones puros...
Guiados por abúlicas pasiones,
Flaquezas más que deplorables,
Servimos a las bobas diversiones,
A las acciones más despreciables.
Señor, Tú eres orden de la vida,
Es un milagro tu naturaleza,
En el mejor sistema reunida,
Es testimonio de tu grandeza.
¡Qué grave es el cielo de la noche!
En la llanura negra inefable
Relucen, ideales sin reproche
Los astros con su luz inacabable...
Y cuando por las noches del verano
Estando mis contrarios alegres,
A solas en el encinar cercano
Te ruego mi congoja desintegres,
Invoco: ¡Dios, señor eterno mío!
Destruye mi desolación tan fiera,
Con tu inigualable poderío
¡Acaba mi tribulación severa!
Despeja el negro cielo de mi vida,
Destroza mi dolencia maldita
Altera esta suerte dolorida
Con tu potente diestra benedita!
No tengo ni poder ni caudales,
Ni armas contra la intrínseca vileza,
Mas fuerzas tuyas sobrenaturales,
Aquéllas son mi arma y riqueza.
Oh Dios, amparo de los indigentes,
¡Protege a América Latina!
¡Depara a sus desvalidas gentes
La dicha con tu gracia divina!
Tu Hijo con los pobres festejaba
Y fue por los humildes adorado,
Tu Hijo para todos predicaba,
Mas por los ricos fue crucificado.
Tú, el silencio del Universo,
Acaba esas incontables guerras
En las que el orbe está inmerso,
Apara el dolor de estas tierras.
Despeja este cielo tenebroso,
A toda gente buena y cuitada
¡Ayuda, dueño fuerte y bondadoso,
Jesús, nuestra fuerza y espada!
¡Oh Dios, altar de la justicia,
Refugio de los desamparados,
Nuestra esperanza y leticia,
Venganza justa de agraviados,
Nuestro justiciero protecor
Verdugo de espíritus malvados,
De todo el universo creador,
Milagros tuyos sean alabados!