“No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.”
Romanos 12:21
Esperando… así quedaba el feligrés
condujo su mirada al cielo… no había nadie en casa
no habían respuestas
su Dios se quedaba mudo
callaba y se escondía por detrás del sol
las ironías hicieron al hombre andar
ellas hicieron su venda quitar
el hombre ahora razonaba
(pecado prohibido por la iglesia)
ahora en todo, el hombre observaba
su silencio en su mochila
la importancia quedo atrás,
la humildad lo esperaba con brazos abiertos
Observaba en aquel océano de caras:
que el niño llora sin saber que llora
que la risa se dibuja con los detalles más chiquitos
que el tonto habla cuando su mente calla
que el amor esta sobre las cajas de la vendedora… dormidito, luego de la escuela.
¿Quién nos ordeno comer 3 veces al día?
¿Tendrá validez esto en aquel pedazo de cielo llamado Cantón el Coyolar?
Allá en donde la humildad me brindaba sus primeros pincelazos
estas ironías son como las putas, de todos y de nadie.
Las mujeres no necesitaban maquillaje
las necesidades celosas se quitaban sus mordazas
y ahí fue adonde fueron paridas
Cuando entenderemos,
a la tierra no le gusta el humo
no le gusta vestirse de india
esta no es su procesión
a los difuntos no les gusta ir de sacos, todos formales
desnudos nos parieron, la ropa no se entierra
a los bebes no les gusta ser abortados
al idiota no le gusta ser aconsejado
al bultero no le gusta ser cargado
el, necesita amor
sí, de esa comida
de esa que posee el titulo de “Se Busca”
El “Made in China” ya no nos dará felicidad
ni a nosotros, ni a nuestros hijos
la televisión y los celulares serán los pecados capitales que nos arrebataron tanto en tan poco tiempo
los espejos dejaran de ser los consejeros de la razón,
se les quebrará, y ahora se agregarán “veinti no se cuantos” años de prosperidad
la rutina será nuestra mejor amiga,
todos habrán despertado
todos habrán encontrado su mejor profesión
aquella que ya no paga con el sucio dinero
aquella que es la más sencilla y fue la más difícil:
la de amar y servir sinceramente a nuestro semejante.