...Cuando recibí la noticia, no podía creerlo,
era un trago muy amargo que no quería beberlo,
mi corazón angustiado, ya estaba sufriendo el duelo,
al verme yo en la distancia...Y mi viejita partiendo al cielo.
Me acuerdo cuando era un niño,
un diez de mayo, en la escuela.
Ella trabajaba duro, hacían falta mis padres.
Se quito sus lentes de Abuela,
se puso muy elegante, y dijo...
- Vengase mi hijo aquí está su madre.-
...Pasaron algunos años, y creí que sabía demasiado.
Sin despedirme de ella un día me fui de su lado,
regresé del extranjero, sin nada y arruinado...
Me paré en la puerta, me miró, y me abrazo,
se retiró por un momento y dijo.
-Mira vos...Si es mi hijo.-
Me dio otro abrazo y lloró conmigo.
Con sus lágrimas bendijo mi hombro...Y supe que me había perdonado.
...Quise decirle cuánto la amaba,
se llenaba mi boca de palabras,
y nunca le dije nada
...Agradecerle por todo,
por todo lo que me había dado.
...Hasta el cielo quiero enviarle un abrazo con cariño,
por llevarme en su regazo
Cuando apenas era un niño,
Por curarme con dulzura cual si fuera una enfermera,
Por ser en mis soledades mi baquiana y compañera.
Y aunque no tuve la suerte
de vivir mis nueve meses en el cielo de su vientre...
He tenido la fortuna de llevarla en lo profundo de mi alma para siempre.
Autor : Carlos Roberto Reyes Paz.
Choluteca, Honduras.