No hay cerezos sin la primavera,
la inspiración se nubla y no emana,
se quiebra el corazón cual caballito de cristal; las cicatrices son el recordatorio de lo que ya no duele, aunque signifiquen sanación.
Partiste como el sol al terminar el día, aún percibo el aroma de la humedad de aquel tu cabello, tus palabras, tu sonrisa y aquella mirada de tristeza que en silencio no quería decir adiós.
A Dios le pido en cada suspiro que realmente tengas paz donde quiera que estés, porque yo en paz te mantengo viva dentro de mi.
Ay corazón, como duele tu ausencia.
Ay corazón, como duele estar sin ti.
Sólo sé que la vida así se conforma tal y como me lo enseñaste, y de pocas formas: felicidad, tristeza, resignación y fe, porque lo más grande es conjugar estas formas para resaltar la mas grande y maravillosa virtud del hombre: sí, el amor, el amor que tú me enseñaste.
Ahora vivo feliz, con paz, ahora sé que tú jamas me has abandonado, ahora sé lo que es parte de tu bendita sabiduría que hoy me da tantas alegrías.
Gracias madre mía.
Marc Téllez González.