Caminamos por esta vida y notamos
que es desconcertante brevedad
nuestra ilusoria travesía, fijamos nuestros
sentidos a lo exterior y sobre las calles de
nuestro pueblo o ciudad, vamos desperdigando
el deseo de bienestar a todas las personas
de buen corazón, que atienden nuestros pasos,
estos que pisamos sin que podamos dejar huellas
en ningún camino, porque sin pisar fuerte
son leves rastros que el viento ha osado en borrar.
Persisto sobre el camino de mi vida
con pasos silenciosos, en inaudito sigilo,
y me cuestiono, ¿quién soy?,
estoy perdida, ¿qué misión vine a cumplir?,
otras veces, siento que ando
por una senda misteriosa,
llena de bondad y maldad
veo ángeles y demonios,
percibo la fortuna y austeridad,
la justicia y la iniquidad.
Me reconozco de pronto:
soy un ser, lleno de bondad,
sencilla ante la vida,
creyendo siempre en la verdad,
y en la paz Espiritual,
luchando en nombre de bien,
contra los dragones del mal.
Como sería esta existencia mía
si fuera otra: despiadada, cruel,
pecadora, farisea, amante de la
carencia espiritual, vacuo larario,
¡ay!, falsa realidad de mi ser precario.
Tan sólo es la obra dramática para una actriz,
que ve la vida como una obra de teatro,
actuando cada día en una función
sin conocer la letra, ni los actores,
únicamente para no sentirse muerta.
Tal vez, todos tenemos un guión escrito,
y terminaremos nuestras vidas,
representando el libreto de aquella hoja escondida,
buscando representar un buen papel,
pero con el trasfondo cubierto
de acuerdo a lo que somos internamente.
Pero si al menos dejáramos una pequeña huella,
una pequeña marca por dentro de aquellos
que presencian la función, un vestigio que
categóricamente represente que hemos
dado todo de nuestro ser, que hemos dado tanto amor.
Yo sentiría dejar una vida bella,
sabiendo que he sido buena actriz
y que fui parte de esa obra de teatro
“La vida”. y en ella fui feliz