No sé a dónde llevarme
aunque llevarme quisiera, lejos
Lejos, de mí misma
del mar, la tierra y el cielo.
Mi desvarío no cesa; es una trampa,
un tormento. Un castigo,
que me devora por dentro.
La razón huye, la locura acecha
ansiosa, por ganar terreno.
Negras nubes me envuelven
como sábanas de muerto,
envuelven al inerte cuerpo.
Quiero cruzar el torrente
de aguas negras, rugiendo,
para amortiguar mis gritos
con los graznidos del cuervo.
Si ya no puedo llevarme, iré
donde me lleve cruel, mi dueño.