Después,
me quedarán esas horas azules
de tardes aterciopeladas de tristeza,
el alma desgarrándose por dentro
las lágrimas denunciando mi misterio
y una voz que inexorable sale,
suena y resuena diciéndome !adelante!
!vete!, no ves que ya no es hora?
eres caminante, eres polvo del sendero
vete, tu equipaje te espera...
Luego, semejante encuentro la quimera
a aquel adolescente que en la senda solitaria
por la lluvia bañada y fría,
pálido, lloroso, jadeante, ya muy tarde
y con el agua enjugándole el rostro,
de pie junto a su última prenda
con descuido integrando su equipaje,
señala a toda hora
su camino adelante.
Su alma entristecida, su espíritu vencido
el llanto en las mejillas, la nostalgia
y los recuerdos acá también traídos, y
los bolsillos en no sé qué estado,
emprende la marcha fatal, desconocida
convencido que ya nadie le recuerda
ni le extraña;
se va perdiendo en la vía
se va desafiando al destino, y en el aire
escribiendo con palabras congeladas
su lema, su máxima,
su teoría del viajero:
Volveré si Dios lo manda,
si Él lo quiere, !Adelante!