Parece mentira que esté tan lejos.
Es infinita la distancia que nos separa,
pero es aun más grande la que separa
nuestros corazones.
No pensé en amarlo así, de esta manera,
pero es imposible negárselo a mi mente
cuando lo que manda sobre ella
es el amor que siento.
Y me ilusiono cuando lo veo, sí, me ilusiono.
Pero solamente porque al mirar esos ojos de melancolía
veo el mismo brillo que se refleja en los míos
al pensar en los besos que nuestras almas se callan.
Quizá solo sea un espejismo.
Quizá esa ilusión solo sea un sueño.
Pero es tan bello imaginar que los sueños
se hacen realidad,
que no puedo parar de mirarlo, lo amo.
Y no puedo evitar dibujar una sonrisa
cada vez que me quedo abstraída mirando la suya.
Esa curva soberbia, ese horizonte de espejos
en los que siempre se ve salir el alba.
Es algo mágico que su sonrisa sea la única
que consigue esbozar en mi semblante la misma.
Y es que así es su presencia, mágica.
Mágicamente perfecta.
Ojalá algún día podamos leer juntos esta poesía
entre besos, caricias y abrazos
que con la mirada ya compartíamos,
y reírnos tiernamente de la timidez de un silencio
que calló lo que nuestras almas gritaban.