Samuel Santana

Cataclismo

Entre oscuros árboles

veo el viento como salvaje potro desbridado.

El silbido tenebroso se acantila

 tremendamente entre balcones desorientados.

En la humedad,

petrificada en el tiempo y  aconteceres,

llora la sanguijuela la tristeza

 de los manzanos podridos.

Hojas abandonan ramas y

 se adhieren al ímpetu que va partiendo

 el espacio vacío sin piedad ni compasión.

Gimen láminas oxidadas en techos de

 cartón y entre voces asustadas de

 obreros sin gobiernos ni amparo.

Bestias, aves y mariposas corren a esconderse

 bajo peñascos inseguros y antes que

 llegue la nauseabunda putrefacción.

Roncando por allá se acerca tenazmente

 la muerte con su negra capucha,

 la torcida guadaña y el malvado

 rostro apocalíptico.

¿Quién socorrerá la niña,

 a la viuda, al huérfano y a los enfermos?

Desde el enojo del oscuro cielo

 nace la borrasca azotadora.

Reza el cura y ora el santo en santuario

empero el mal no responde a retroceso.

Es decreto de emperador universal.

Aguas salen de causes,

olas se encrespan matándose contra piedras y

 brama el mar como dragón que

 sangra por la enrojecida herida.

“! Socorro!”

 gritan marineros sorprendidos

en bamboleantes embarcaciones.

Es el infierno cargado de terror que viaja

 por tierra  sembrando desgracia

 en la horripilante y espantosa hora del dolor.