Puertas descarriladas:
Mientras olas con furia se estrellan
contra piedras, el mar y yo somos una pena de agua.
El sol se batió hasta la sangre con los infortunios
azarosos del pueblo. Por entre corrientes
subterráneas el silencio buscó
los ecos profundos
de aquellos sin techo, sin pan,
sin agua, sin esperanza y sin luz.
La guerra nunca estará
bajo amenaza de la paz mientras deambulen
los ambiciosos del tesoro y del dominio.
Los puertos húmedos y tristes vuelan
junto al fluir fluido de noches
pordioseras.
Se calman las anclas
con las estaciones del tiempo vacío,
lúgubre, incoloro, salobre, marchito y boreal.
Las monedas de resina apenas dan para
una cruz en el camposanto y para los
ataúdes negros.
Lánguida de sueños llora la niña
frente al palacio por prohibirle
al padre su trabajo y
los lápices de colores.
Puertas descarriladas,
esta es, ¡maldita sea!,
la historia sin fin.