Samuel Santana

Historia de un pueblo

Puertas descarriladas:

Mientras olas con furia se estrellan

 contra piedras, el mar y yo somos una pena de agua.

El sol se batió hasta la sangre con los infortunios

 azarosos del pueblo. Por entre corrientes

subterráneas  el silencio buscó

 los ecos profundos

 de aquellos sin techo, sin pan,

 sin agua, sin esperanza y sin luz.

La guerra nunca estará

 bajo amenaza de la paz mientras deambulen

 los ambiciosos del tesoro y del dominio.

Los puertos húmedos y tristes vuelan

 junto al fluir fluido de noches

pordioseras.

Se calman las anclas

con las estaciones del tiempo vacío,

lúgubre, incoloro, salobre, marchito y boreal.

Las monedas de resina apenas dan para

 una cruz en el camposanto y para los

ataúdes negros.

Lánguida de sueños llora la niña

frente al palacio por prohibirle

 al padre su trabajo y

los lápices de colores.

Puertas descarriladas,

 esta es, ¡maldita sea!,

 la historia sin fin.