Salutación a:
Flor de los Riscos.
Momostenango.
Silueta de arena y barro rojo, figura perfecta de mujer
que se va moldeando al compás de un péndulo.
El sol comienza a sonrojar su delicada piel,
el viento suavemente peina su cabellera,
y sus labios carmesí, la lluvia humedece.
Finalmente, el fulgor de la luna se anida en sus pupilas...
Así es cuando mágicamente se forma una nueva musa
que nace del mismo corazón de Momostenango.
Su belleza no tiene comparación humana
ni se ha encontrado un corazón más puro.
Le custodian de día y de noche
Los Riscos, que erguidos, son su fiel vigía.
Por eso quiero recorrer distancias
cruzando valles y montañas de distintos verdores
con pies presurosos, con ilusión de niño y voz de hombre,
porque quiero poner a sus pies la primicia de mis versos
que tienen la paz de nenúfares azules
y la intensidad de la aurora
que cada mañana levanta el sol
sobre la generosa tierra de aguas calientes.
…Y al ver la Sublime Flor de los Riscos,
contemplar que a su paso, los ríos enmudecen
y los pinos no baten más sus brazos,
porque el cielo ha desgranado sus estrellas
y las estrellas han cernido su brillo para colocarlo melifluamente en su mirada.
Todo se rinde ante su belleza…
Y en medio del ritmo danzante de mis latidos,
escuchar cómo se levantan mil ecos, que entre madrigales
festejan que en la naciente primavera
tienen una nueva Reyna