¿Has llorado alguna vez
porque el tiempo sea perdurable?
¿Para que sea inalterable?
¿Por su paso, por su cambio
por su lentitud, su prisa?
¿Por su espiral en expansión?
Yo lo he hecho por no tenerlo
para escribir poesía.
Más que tenerlo, por la disposición
y el dominio de la emoción.
Por no encontrar las palabras
que sostengan mi armonía
por no ser más cauteloso
con lo que me haya entusiasmado
buscando el punto preciso
el sentido equilibrado.
Así pues, he meditado
solo, aquí en este ambiente
claro, también he llorado
cuando he dejado de verte
todo este tiempo, precisamente
todo este tiempo, naturalmente.