Yo creo firmemente en los argumentos
elementales de un camino sin
espinas. La esperanza del
ocaso se desciñe en las
patas de un toro bravo
y atareado por la
actitud importuna
de una gleba
que azuza las hojas de los
troncos rojos.En el momento
en que llovía caían trozos de
polvos sobre los cuchillos
de la venganza. Yo miro los
objetivos con sus manoplas
de miel y de agrio. Corre,
aúlla, se precipita, llora
y se despedaza
el mandado
escondido en la boca del
mensajero mañoso. ¿Quién
no ha visto un estómago sin
pan? Es ahí donde ocurren
los retazos disponibles.
Lo más triste es un
alma sin esperanza,
sin sueño y sin visión.
Lo que hoy somos, mañana
será solo un tenue recuerdo marchito
escondido bajo la humedad de
las piedras y de la tierra arcillosa.
En el camposanto las flores
crecen y dan aroma sin hacer
distinción entre la tumba
del malhechor y la del hombre
honorable del pueblo.
Ambos alimentan
su tallo.