Tú eres tan meticulosa como el viento
recio que penetra por los orificios
de la tierra hasta hacerse uno
con los volcanes. Sin embargo,
la sangre que irriga mis
palabras es aliento
prestado,
conscientemente advertido de que en
cualquier día su cirio se extinguirá.
Veo en tus ojos y en tu rostro de
muñeca un rugido tremendo
de relámpagos por entre
los árboles oscuros
y enchumbados.
En tu pelo delicado cruzan las nubes
de las economías de las princesas.
La filosofía de las cátedras
citadinas, con argumentos
de flor de maíz maduro,
se refleja en cada uno
de tus parpadeos.
Yo busco la esencia y la suerte
de un pueblo en ti iluminado.
Anhelo ver la dimensión de
los adoquines que pisas,
el color del agua
con que te baña,
el aroma de los lirios por donde pasas,
las campanas de la plaza que escuchas
y el vuelo de las palomas sobre tus
tejados. Con presteza obvio el grito
de los ataúdes fundidos bajo los
rosales ya muertos. Al otro lado
de los montes escuché tu canto
de perdiz triste. Fue tu
tatarabuela la dama
de los penachos
rojos y quien mantuvo su dominio
sentada sobre la poltrona de gran
autoridad y fuerza pública en
la tribu. Muchas veces te he
intentado con camelias en
mis manos, empero tu
viento indomable las
destruye sin dilapidación
de tiempo y espacio.
Invoqué los versos de mi majestuosa
poetisa Salomé para que te
aconsejaran y aún seguiste
impertérrita como
lluvia borrascosa.
Junto a ti he soñado mejorar la economía
de los burlados por los picaflores
del poder. Sé que tus ojos
también han visto como
el polvo barre a los que
cargan el cartel social de la desgracia, pues
tu rostro y tus labios son de ángel
de justicia y de paz. Buscando y
rebuscando bajo las piedras
he tratado de encontrar
dónde es que las
mariposas y los
escarabajos rojos ponen sus huevos
primaverales. Pero entre los
arrabales de nuestros
pueblos, solo he
tropezado con
los niños que lloran lágrimas de santos sufrientes.
Es por eso que, en cada aurora, lo primero
que hago es seguir perdiéndome
en esas inquietantes
pupilas siderales.
Son ellas salvación de todos.