Me invento un Olimpo en la tierra,
y a la humilde campesina
la hago compañera divina,
y admiro la delicadeza que encierra.
Su cuerpo blanco a pesar del sol,
conserva su frescura eterna,
sus senos de hermosura plena,
y sus mejillas vivas como un arrebol.
Esa diosa eterna,
no sabía que había sido escogida,
por los dioses de los cielos.
Fue la dicha plena,
la de ser más rico que el rey Midas,
y conocer el placer lejos de los duelos.