Axl Barrón

Come on sugar darling, let me scratch your itch equidistante. Pt. 1.

Este soliloquio acitronado con tetrahidrocannabinol en acero quirúrgico, un Fernet, una atmósfera candente y la noche aquí en Derbyshire.
Esperándote como al apocalíptico llamado.

Nomás vente a mi terraza, muñequita de sololoy edición de colección limitada de Liverpool, que mi alma anda quemándose like fire in Cairo.

Más veloz que la incandescente antípoda despiadada al raptarnos, lincharnos, encarcelarnos y espetarnos. Tan efímero que se le acuña el apodo de “dolor de cometas diarreicos”.

Pero ya qué más daría, vente en silla de ruedas a causa de la lesión ocasionada por mis comisuras intrascendentemente comunicativas, o gateando sobre suelo árido cuan mi ecuménico deseo por ti. 

Para qué esperar por la inconmensurable espera de que arrastre mi anhelo hacia una plegaria de a volcán; a un rezo oceánico. A que me traslade hacia tu campo de batalla y derroche ruego.

No es necesario concientizarse en la vicisitud y despeñarse en el inmarcesible escepticismo, amor.
Aquí esperan mis húmeros a que acribilles a la apócrifa duda, chica.

Arriba ya, que la tierra es apoteósica y el mar de sangre, esperanza y romance.

Me devora el insulso hartazgo de sólo vislumbrarte por el escaparate y el tener rotos las falanges y ser incapaz de cometer alunizaje.

Te juro que mi deseo es tan hambriento que me trago tu abrupto coqueteo como lo que es: ambrosía.
Olfateo tanto tu voz como si emulase un detergente para la turbamulta de mis manchas causadas por la existencia.