Con el sentido perdido aun sin quererlo
y con la vista en perfectas condiciones,
las imágenes que el cerebro devuelve
no son reflejo fiel de las situaciones.
Esa euforia que produce el alcohol,
que te evade y que te aparta del momento
solo cambia los agobios que conoces
por un placer que de penas no está exento.
Pues, a veces, quien se emborracha por reír
acaba llorando bastante compungido
y el que quisiera olvidarse de sus problemas
puede encontrar el hospital como destino.