Casi invisible,
metro ochenta
embutido en una pequeña silla,
rodando despacio
por los senderos de la vida.
Encuentro almas sonrientes,
empáticas y amables
cuando finalmente me ven
porque ruedo desapercibida,
sin mi falso paso firme,
sin mi metro ochenta estirado,
empoderado
y mi aspecto de mujer fatal...
recogida en una simple silla
que me ayuda a avanzar...
despacio...pero avanzo...
Una patada en las espinillas,
vine a encontrarme
en el duro asfalto,
agredida suavemente
por la vida que me baja
para que suba,
agradecida por todas
aquellas virtudes y maravillas
con que la vida me sonreía.
Un viaje con retorno,
¡dichoso retorno!...
porque volveré a caminar,
y lo haré...
salpimentada por la experiencia vivida,
aderezada por la gratitud,
endulzada de mayor empatía
y decorada con la más
maravillosa de mis sonrisas...