Los negros presagios
no estorban mi sueño
no enturbian mis aguas,
ni oscurecen cielo.
Son nubes cargadas
de rayos y truenos
que anuncian tormentas
y espantan los perros.
Caminos de polvo
se tornan en lodo
atascan carretas,
no impiden mi paso.
Y la lluvia arrecia
y ennegrece el cielo
y el tremendo frío
en la piel se posa.
La calma que llega
tras cualquier tormenta
no impide que salga
en locas andanzas.
No cortan mis venas
las navajas viejas
que brillan los versos
de las moralejas,
más bien acelera
mi sangre traviesa
y empujan mis fueros
por cada aventura.
Amor de mis noches
aumenta mi vida
enciende mis sienes
y activa el enigma.
Ramón Oviedo
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