El ágil y escurridizo Gamo
iba escapando de su cazador,
cuando por un craso error,
cayó sobre pegajoso LÉGAMO.
Pero el conde Girolamo,
cenó, tuvo pesadillas,
y se quebró dos costillas
al caerse de su TÁLAMO.
Y la batalla del Álamo
la redactó un amanuense,
(dicen que era Coahuilense)
escrita fue con un CÁLAMO.