Cuando pudiste hablar quedaste mudo
y me ofreciste solo una mirada;
no la quiero, mi puerta está cerrada;
tu silencio fue un candado muy rudo.
Si ese silencio sin fin fue tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada,
no digas nada..., no preguntes nada...,
comprende..., mi temor es muy agudo.
Sufrirás este dolor de tal modo
que poco a poco, silenciosamente,
mi pena te invadirá totalmente
y mi llanto azul coloreará todo;
donde mi corazón que es inocente
se irá muriendo solitariamente.