¡Ay!, qué forma de equilibrarte dentro
de la santa greda y la fresca papaya, mujer perenne!
De cielo y tierra corre o vuela como piedra de río
la Tania acuosa y terrestre:
la que es y sigue siendo libre por sobre el norte chico,
pero esta mujer de la naturaleza
en su ascensión no sube solitaria por el valle del Elqui:
le acompaña la luces de las montañas nevadas,
y el aroma fresco de la cebolla frita, del dorado aceite campestre,
te abriga las manos el pan del horno, y en cada pulso, se escucha,
una tetera marina solitaria, como tantos marinos sin luz.
¡Santa de la naturaleza pura!
Te quiero, amiga mía, compañera:
de manos en manos llegas
al firme firmamento de tu pecho,
y, nocturna, en el cielo, tu dulzor
es la constelación de una docente.
Bueno Tania Colores, me marcho,
Me voy a mi destino.