Anoche se cumplió el único deseo
que llevaba meses robándome el sueño,
cuando con cara de niña inocente,
vi un mensaje tuyo breve pero tenaz
que me hizo sentir
cómo la espina de una rosa
lograba clavárseme en el corazón
y a la vez con sus pétalos,
envolverme por completo el alma.
Fue algo preciosos notar
cómo de mis ojos brotaban lágrimas
de alegría,
y de mi boca nacían nuevos suspiros
con tu nombre,
acompañados de un eterno Te quiero.
Poco a poco el calor de imaginarte mío
fue recorriendo todas las partes de mi cuerpo
hasta pararse lentamente sobre mi pecho,
para prender la llama perpetua de nuestro amor.
Solo ahora puedo decir que he logrado
tocar el cielo con mis propias manos,
y enamorar a la más bella de sus estrellas.