A veces ya me olvido, pequeña, de que existes,
que vives lejos, lejos y no en mi corazón,
que eres indiferente al mundo que yo he visto,
y he visto un mundo horrible de muerte y tentación.
De vez en cuando, un viernes, me llegan tus recuerdos,
algunos de ellos ciertos y muchos otros no,
pero sin importar, mi niña, si estoy en tu recuerdo,
te juro que en mi mente tienes tu locación.
A veces ya me olvido, mujer, de que yo existo,
y quiero sin remedio ponerme a descansar,
pues no te hube alcanzado, amada, en mi camino
y al otro mundo, vida, no te puedo llevar.