Desde aquella tarde plomiza
un domingo allá en mi pueblo
ocho lustros han pasado
mi viejo querido y bueno
Aquel banco de cemento
que se ocultaba del sol
debajo del carbonero
fue testigo del momento
Apenas interrumpían
tus palabras sentenciosas
las gotas que se escapaban
de la fuente cantarina
Unos cuantos parroquianos
que a nuestro lado pasaron
nos miraron de soslayo
con interés bien marcado
En tono serio y seguro
dijiste que no dudabas
veías en mí el futuro
por si algún día faltabas
Estos cuarenta almanaques
¡Viejo mi Querido Viejo!
cargarán con los achaques:
¡porque jamás yo me quejo!
En mí quedó enarbolada
la bandera de tus sueños
y tu savia bien plantada
retoñando en mis empeños
Jamás arriado será
tu recuerdo Padre Eterno
y un renuevo crecerá:
¡igual que Tú, bueno y tierno!
Seguiré siendo tu epígono
Padre, te afirmo sincero;
y nadie hará en mí polígono
porque soy un roble entero.
JAIME IGNACIO JARAMILLO CORRALES
Condorandino