Al decir a una mujer
que la quiero es que la quiero,
pero de pena no muero
si no me llega a querer,
mas si mi pasión acepta
doy mi corazón entero,
la idolatro, la venero
con todo mi gran ardor,
mas si desprecia mi amor
me busco nuevo sendero.
Nunca pienso solamente
en gozar de sus placeres,
para mí son las mujeres
como un tesoro viviente,
son mágicas, celestiales
hacen nuestra vida hermosa
porque son como una rosa
cuyo perfume divino
inunda nuestro camino
con su esencia glamorosa.
Ellas son un don sagrado
que nos da Naturaleza,
yo venero su belleza
y de ellas vivo prendado,
pero no puedo humillarme
aunque muera de pasión,
no debe mi corazón
vivir siempre esclavizado
de un amor que fue negado
y me ignoró sin razón.
Autor: Aníbal Rodríguez.