La ventana de mi cuarto, se entreabre y acaricia
con el crepúsculo nocturno que agoniza.
Una ráfaga de versos floreciendo en el balcón;
cuando escucho tus suspiros hilvanando mis deseos.
Mientras las cálidas sábanas arropan tus sueños,
yo, despierta despido las penumbras, al olvido
para que no interrumpan la convulsión que causas,
mientras proporcionas estas fulguraciones doradas.
Nada importa ya, plenitud de cielo amado,
eres la veleidosa tentación del alma
cuando mi ser se te ofrece en mil formas
para hacer temblar las noches perfumadas.
¡Oh..., palpitación, te ruego...
sigue brillando en los jazmines de mi pecho
que se asfixia en las pupilas del firmamento
ardiendo en las caricias de tus vuelos!