Vemos la muerte temible
el porque no lo sabemos
ya que todos comprendemos
que es un paso ineludible
y que sería imposible
que su llegada evitemos,
acostumbrarnos debemos
su visita a recibir,
nacimos para morir
ese destino tenemos
esquivarlo no podemos
porque no podemos huir
de su guadaña infalible
solo hay que hacer lo posible
por aprender a vivir.
Y si vamos a morir
mientras vivamos gocemos
ya que después no tendremos
ni exultaciones ni llanto
porque ya en el camposanto
solo materia seremos,
por eso aquí no lloremos
y brindemos por la vida
que cuando ya esté perdida
ya nada hacer lograremos.
Muere el pobre, el poderoso,
el ilustre, el ignorante,
el grotesco, el elegante,
el intrépido, el miedoso;
y todos al mismo foso
alli iremos a parar
porque nos ha de igualar
convirtiéndonos en nada
y su misión es sagrada
a nadie va a perdonar.
Ella nos vendrá a llevar
porque en su agenda está escrito
santo y seña de cada uno,
no se salvará ninguno
de su mano descarnada
y de forma muy callada
su trabajo va a cumplir,
a todos nos va a medir
con idéntico rasero.
Ni se debe presumir
ni porque tienes dinero
o si eres inteligente,
ya que a la Señora Muerte
nada de eso va importarle
ni impresión vas a causarle
si naciste con mucho oro,
o muchos premios ganaste,
ella tendrá que llevarte
sin cánticos y sin coros
y todos esos tesoros
que llegastes a tener
de nada van a valer
el día que te visite,
allí vas a comprender
que el orgullo que tuviste
no te sirvió para nada,
en tu postrera morada
a todos igual serás
y que no sos nada más
que un cuerpo perecedero,
que no valió tu dinero
ni la gloria que tenías
para evitar ese día
que con semblante severo
Doña Muerte llegaría.
Autor: Aníbal Rodríguez.