Copo de nieve, ojos aceituna,
colina azul, gacela ligera.
Eres como las estaciones
cuando florecen los cerezos.
Yo me vi con todo el peso de tu cuerpo
y con mis labios en los
vacíos que construyeron tus muslos.
Mis ojos se perdieron
entre tus estambres mojados.
Con el ánimo de guerrero
forjé el acero del sueño.
Entre los cazadores,
proyecté la flecha que espantaba
el silencio, el vapor de las nubes y
las fieras salvajes.
He visto gotear flores en las
noches de los tormentos sin
que puedan fatigarme.
Espada flamígera,
lámpara antigua,
bosque ruidoso y
aurora incendiada.
Duermo y te veo postrada
en el altar, sobre hojas caídas,
dentro de tallos leñosos,
entre ecos de dolientes.
Cabecita de abeja obrera,
tras ti seguiré en días de fuertes ansias.
Llanto mío, polvo de mi tierra y
lumbrera de mis santos.
Oh mi perfumado lirio.
Como ladrón que huye,
cruzaré prados
y peligrosas inundaciones hasta
inclinarme a las piernas
que en las caprichosas manías
abrazas en gélidas noches solitarias.