Sobre un soplo del tiempo se detuvo su rostro,
su cuerpo eclipsado
hizo desaparecer su desnudez
arropados de soledad hasta el cansancio,
no se despediría,
borraría mi cuerpo con la caída del agua
me haría invisible para su historia,
ella permanecería siempre en la mía
abandonado en el quicio del hotel bajo su sonrisa que el viento se llevó,
acepto el soborno de mis deseos por tenerla, la tuve pensando que la retendría
pero ella pertenecía a la calle, a las lámparas y la penumbra sobre las banquetas.
El espejismo de la primera vez me hizo decirle que la amaba
miradas segaron mi voz tratando de detenerla
atravesó como un gato nocturno hasta perderse,
masticando el pecado quede sujeto a su perfume.
Fue a esa edad en que aún le temía a Dios
todo estallo dentro de mí, afuera todo siguíó su cotidiana marcha,
la he resguardado en los años en los que he vivido
en el recuerdo junto al temblor de mi cuerpo consumando inocencias,
su desamor aun crepita entre restos de aquellos fuegos.
La he ido a buscar con la misma soledad y cansancio
pero solo me he encontrado con sus noches,
con los cientos de miradas que se colgaron de su cuerpo,
vi encarnaciones de ella bajo el filo de las luces
pero ella debe ser nocturna mariposa
se habrá elevado tan alto para que solo sus sueños la toquen,
yo después de tanto me he quedado con los míos,
aquí abajo en la penumbra.