Estoy aquí, frente a un espejo y el cristal no miente, simplemente es honesto en su silencio; cavilo y respiro lo más profundo que puedo por lo que veo. Veo el correr de los tiempos en la erosión de mi rostro, ya algunos cabellos son ceniza plateada que brillan y tiznan mi cabeza.
Es fácil voltear atrás y discernir que todo a sido un suspiro, y me pregunto si así será el siguiente instante al fin de mis días.
Ya el infante es un recuerdo, ya el adolescente empieza a ser nostalgia (no lo dudo) ya mi vida es madura, y avanza como el caudal del río en su cause.
Bendigo mis manos que han trabajado y esos buenos pasos que aún descalzo jamás han flaqueado, he desafiado horizontes de espesa bruma, he caminado sobre la tierra soleada; bendecido me siento.
Beso el cristal donde me veo como besándome a mi mismo, y en mis mismos ojos me doy gracias, le doy gracias a la vida y a mi amado dios.
Solamente doy vuelta y en seguida sostengo las rienda: a caminar, anda, no te detengas.
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