Caminando por un paisaje hecho de ti,
de tu armonía y belleza,
escuché al Sol susurrarle a la Luna
que el brillo de una estrella era
más fuerte que todos los astros juntos
y tenía la libertad de un pájaro
que acababa de escapar de su jaula
para volar entre almohadas de sueños
y sábanas de azul esperanza.
Bajé la vista y logré divisar en el horizonte
una pequeña barca con dos remos
abrazando sus fronteras,
y en su interior,
una pareja enamorada
hablándolo todo en silencio,
sin decir nada,
porque sus miradas ya hablaban por sí solas.
La barca se mecía ligeramente
entre los breves suspiros de las olas,
y en su rumor se oía el pensamiento
de una de ellas,
que velaba por sus almas cristalinas
tan puras como el propio mar.
Y cuando las olas llegaban hacia
donde yo estaba,
y rompían tímidamente contra las costas
de mi corazón,
me di cuenta de que tú eras el único paisaje
que tanto admiraba,
y que tú y yo éramos la pareja enamorada
afrontando un nuevo viaje,
hacia un mundo donde no hubiera recelos
ni brumas de gente que intentara separar
dos personas que necesitan ser una
para ser de verdad.