Asoma la eternidad mineral
y medra en el ocaso
un cardumen de ojos
como luciérnagas violetas.
Muchachas inquietas
como golondrinas
y grillos sonoros
de voz de cristal.
Se entona el color
con la tarde milenaria
y con pinceles antiguos
va coloreando
con tonos de un zodiaco
fantástico
el rumbo del sol que se va.
El cielo luce vestido
tan rojo como la pasión
y la noche se pone espesa
como la sangre negra
de la soledad estelar.
Se fue el canto del pájaro
la Luna no ceja
en su silencio de metal
y acompaña mi anochecer
la indiferente eternidad.
Escriben canciones
misteriosas en el Cielo
las estrellas
al llegar.
Y en las praderas
las escriben los colores
cuando los rayos
se reflejan antes de partir.
Y yo porque me quedo
bajo el álamo
preguntando
por la eternidad.
¡Si nadie ha de responderme!
¡Y yo lo sé!
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