Acongojada,
caminando siempre
con la vista a la soledad.
Tu alma es un torbellino,
algo así como un cielo incendiado.
Muda, con los pies atados al polvo,
llegando y dando adioses.
Ave sin paraíso ni fanal.
Espada enterrada
en relámpagos,
¿cuál es tu misterio
en estas noches brumosas?
Mordiendo astucia
y esparciendo desprecio,
cubre tu cuerpo con
pesadas tinieblas.
Entonces yo,
pirata de un barco despedazado,
sufría en la humedad del puerto.
Pero mis palabras no te alcanzaban.
Los ecos de almas perdidas
me llegaban desde el mar.
Estrellas errantes rodeadas
de figuras infernales.
El viento me trae la mirada de tus ojos:
humo desbaratado, lava volcánica,
caballos ensangrentados,
rumores de guerras, muertes.
Serafín guardián de mis tormentos,
sed propicio a mí.
El pavor estrangula los días
y las langostas suben de abismos,
descuartizando raíces
y entrañas de madres.
Exhausto, espantado, desfallecido,
ovillado, así estoy.