Te quejas como un lento
ciempiés;
pides y pides,
nos informas sobre algo
y todo lo que dices es
anárquico.
Te haces llamar poeta
o algo semejante...
Difícil es aguantar el absurdo
de las falsedades
de un deplorable ser
que no pronuncia verdades.
Te quejas -doliente quejido-,
y únicamente
das pena.