Se retractó, al fin, de sus locuras
y abdicó del derecho de soñar.
Destituyó la inmensidad del mar
y nadie supo más de su ternura.
Resecó tan voraz, sus manantiales,
y sin mirarlos, confesó: ¡no están!
Firmó renunciando a los colores,
sostuvo, convincente, la oquedad,
de cadenas vistó su libertad
y se distanció de sus amores,
de la belleza y la luz se divorció.
Fue dispuesto a cambiar su universo;
pero al verse tan vacío, tan disperso,
tan realmente irreal...se suicidó.
Rosario, 17 de marzo 2003